El futuro del capitalismo y la reforma de la empresa

Muy al principio de la actual crisis, tan pronto como el 5 de noviembre de 2008 (recordemos que la caída de Lehman Brothers fue veinte días antes) la reina de Inglaterra en un acto en la London School of Economics preguntó a los reputados académicos allí reunidos algo así como “es horrible, pero… ¿dónde estaban ustedes?”.

Una pregunta muy pertinente. El que le contestó fue Luis Garicano, al que hace muy poco tuvimos en Bilbao, ya que es uno de los responsable de economía de empresa de esta prestigiosa Escuela de Negocios, y su respuesta fue que “cada uno nos fiabamos de lo que hacía el de al lado, y todos pensábamos que lo que estábamos haciendo estaba bien”, dicho de otra manera: todos confiabamos ciegamente en las virtudes de las fuerzas del mercado.

 

Desde entonces se han dado multitud de explicaciones sobre las causas de la crisis, y la necesidad de encontrar nuevas estructuras, nuevas regulaciones, nuevas reglas de funcionamiento dentro de las empresas. Por cierto, partiendo de una conclusión que practicamente todo el mundo acepta: que esta crisis era evitable.

 

Se busca reformar el capitalismo con la idea de aprovechar de las fuerza del mercado su dinamismo y su capacidad de creación de riqueza, pero mejorando la regulación, y la autoregulación en base a una mejora de la gobernanza de las empresas.

 

Sobre la autoregulación de los mercados, la reconocida consultora americana McKinsey hizo una encuesta  entre directivos bancarios en mayo de 2011, y ellos mismos se quedaron sorprendidos del nivel de complacencia que percibieron en la banca internacional. Tras tres años de crisis, la mitad de los bancos de negocios mundiales que les contestaron volvían a tener el mismo apetito por el riesgo que antes de 2008, basando su confianza renovada en que … “ahora entendían mejor los riesgos”. Obviando nuevamente que  maximizar las expectativas de beneficio sólo es posible asumiendo riesgos elevados.

 

Sobre el futuro del capitalismo, esta misma consultora recoge en mayo de 2014 un artículo del CEO de la multinacional Unilever Paul Polman titulado “Business, society and the future of capitalism” muy interesante, describiendo, desde el punto de vista de una gran multinacional,  los problemas que ha generado el modelo de producción y consumo actual, y también las líneas de mejora que propone, y que aplica en el día a día de su empresa.

 

Ligando estas reflexiones a las que realizaba D Jose María Arizmendiarrieta en los años 60 y 70, llama la atención la asunción, desde la práctica empresarial que podemos calificar de avanzada, de postulados que hace unos años eran rupturistas.

 

Algunas de las ideas que enfatiza el máximos responsable de esta multinacional:

 

necesidad de cambios sustanciales en el modelo productivo, pero también necesidad de evitar el consumismo descontrolado, elemento en el que también  insistía con pasión D Jose María,

la empresa está al servicio de la sociedad, por supuesto tiene que obtener un beneficio, pero este beneficio lo define como “suficiente”, y no es el único objetivo, ya que insiste en que “la empresa debe actuar de forma sostenible y justa”,

– la gestión de la empresa debe plantearse con una perspectiva de largo plazo, controlando la presión sobre los objetivos trimestrales. Según describe, Unilever ha dejado de rendir cuentas trimestrales a los analistas en Bolsa.

– búsqueda de que las personas estén orgullosas de su trabajo porque colaboran con un propósito compartido. Reconociendo que la energía de las personas no se puede comprar sólo con el salario y los bonos.

 

En general, el discurso académico sobre la dirección de empresas ha asumido ya enfoques hacia la sostenibilidad y la creación de valor para el conjunto de la sociedad como valores y motores en la actuación de la empresa. Y se aplican con convicción, al menos en algunas empresas avanzadas, con un objetivo muy prosaico: asegurar la supervivencia y aumentar el beneficio a largo plazo.

 

Por supuesto son todas ideas que, con nombres algo diferentes, aplican las cooperativas desde su fundación. Pero el discurso de participación de los trabajadores en la propiedad, los resultados y la gestión sigue yendo un paso más adelante respecto al discurso de sostenibilidad y cohesión.

 

En estas nuevas orientaciones empresariales falta la clave de la participación de los trabajadores. Porque tiene un componente de cambio en las relaciones de poder dentro de la empresa, con una derivada inmediata de exigencia de trasparencia.

 

Y sin cambios de calado, la autoregulación por creer en la Responsabilidad Social de la empresa es un elemento muy débil, como hemos mencionado antes respecto a la dificultad de reducir los niveles de riesgo en los bancos de negocio.

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